La obesidad es una enfermedad crónica que afecta cada vez a más personas en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2014, más de 600 millones de adultos eran obesos. La OMS también estima que, para 2025, más de 1,9 mil millones de adultos estarán en sobrepeso y 650 millones serán obesos. La obesidad es un problema de salud grave porque aumenta el riesgo de padecer muchas otras enfermedades, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiacas y el cáncer.
El exceso de peso se produce cuando se consume más energía de la que se gasta. La energía se almacena en el cuerpo en forma de grasa. Los alimentos que ingerimos aportan calorías (energía). El ejercicio físico y el metabolismo también queman calorías. Si se consume más energía de la que se gasta, el exceso se almacena en el cuerpo y se produce el aumento de peso.
Los alimentos no son iguales a nivel nutricional y energético. Una persona que necesita 2.000 calorías al día para mantener su peso corporal puede ingerir una cantidad determinada de calorías procedentes de pasta, o bien ingerir la misma cantidad de calorías procedentes de chocolate. Pero siendo la pasta un alimento más completo desde el punto de vista nutricional, incluye vitaminas, minerales y fibra dietética, mientras que el chocolate no aporta ninguno de estos nutrientes esenciales, solo proporciona energía en forma de grasa y azúcar. De esta forma, podemos decir que los nutrientes son importantes, y no solo la cantidad de calorías ingeridas.
La importancia de la alimentación saludable radica en que proporciona los nutrientes necesarios para mantener un buen estado nutricional, prevenir enfermedades y mantener un buen estado físico y mental. La mala alimentación, por otro lado, puede conducir a trastornos nutricionales, como la desnutrición o la sobrealimentación (obesidad y sobrepeso), así como a diversas enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), como la diabetes mellitus, las enfermedades cardiovasculars y algunos tipos de cáncer.
Aunque existen muchas definiciones de alimentación saludable, ésta se puede considerar como aquella que permite mantener o mejorar la salud y el bienestar general del individuo. Se trata de un concepto global que engloba no solo la ingesta adecuada de nutrientes esenciales para el organismo (proteínas, hidratos de carbono, lípidos, vitaminas y minerales), sino también otros aspectos relacionados con la forma en que se realiza la ingesta (frecuencia, horarios), los hábitos higiénicos asociados (lavado de manos antes y después de comer) o el modo en que se preparan los alimentos (cocción adecuada).
La calidad de nuestra alimentación está íntimamente ligada a nuestro estilo de vida. En general, las personas con un estilo de vida sedentario tienden a consumir diets ricas en grasa y azúcar y pobres en nutrientes esenciales para la salud. Por otro lado, aquellas personas con un estilo de vida activo suelen tener una dieta más equilibrada y variada.
En los últimos años se ha asistido a un incremento significativo del consumo de alimentos poco saludables tales como las bebidas azucaradas o los refrescos light, los snacks o patatas fritas industriales, los dulces o chocolates con altos niveles de azúcar o grasa saturada o trans, etc. Estos productos son altamente calóricos pero carecen del valor nutritivo necesario para mantener un estado nutricional adecuado. Su ingesta excesiva puede conducir a un mayor riesgo de padecer obesidad u otros trastornos relacionados con la mala alimentación.
El consumo habitual de alimentos poco saludables tiene consecuencias negativas para la salud física y mental del individuo. A nivel físico, el sobrepeso u obesidad son los principales problemas derivados del consumo excesivo de este tipo de productos ya que contribuyen a incrementar el riesgo cardiovascular asociado a factores como la hipertensión arterial o el colesterol LDL elevado. También se ha demostrado que el consumo excesivo de azúcar está relacionado con el desarrollo de caries dentales; mientras que una dieta baja en frutas y verduras frescas contribuye a incrementar el riesgo deriving varios tipos cancer.
A nivel mental, diversos estudios han demostrado que el consumo habitual diario frutas frescas ayuda a mejorar el rendimiento cognitivo; mientras que una dieta rica en productos ultraprocesados contribuye al deterioro cognitivo asociado con el declive cognitivo leve (MCI). También se ha demostrado que las personas con sobrepeso u obesidad tienen mayor probabilidad disfrutar buena salud mental; mientras que aquellas personas con desnutrición severa presentan mayor riesgo desarrollar trastornos mentales comunes com depresión o ansiedad.