¿Cuáles son los beneficios de una buena alimentación

La alimentación es uno de los pilares de la salud. Comer de forma equilibrada y variada es imprescindible para mantener el organismo en funcionamiento, ya que todos los nutrientes que necesita están en los alimentos.

Una dieta sana y equilibrada no solo aporta nutrientes, también permite prevenir o controlar diversas enfermedades. Mantener un peso adecuado, reducir el riesgo de padecer enfermedades del corazón o diabetes, mejorar la digestión, tener una piel y un cabello más bonitos… son solo algunos de los beneficios de cuidarse en la alimentación.

¿Qué es una dieta sana?

Una dieta sana se caracteriza por ser variada y equilibrada. Es decir, que incluye una amplia variedad de alimentos de todos los grupos, en las cantidades adecuadas y repartidas a lo largo del día.

Los seis grupos de alimentos principales son:
– Los cereales, pan, pasta, arroz… En este grupo se encuentran los hidratos de carbono, fundamentales para aportar energía al cuerpo. Hay que consumirlos en pequeñas cantidades y preferiblemente integrales.
– Las frutas y verduras. Son indispensables por su contenido en vitaminas, minerales y fibra. Hay que comerlas diariamente y en grandes cantidades.
– La leche y sus derivados. Aportan proteínas, calcio, vitaminas… Se recomienda tomar lácteos desnatados o semi-desnatados.
– Las carnes y sus derivados, así como los huevos. Proporcionan proteínas de alta calidad, hierro y vitaminas del grupo B. Se deben elegir carnes magras y cocinarlas sin grasa añadida.
– Los aceites vegetales. Aportan vitaminas E, insaturadas… Sólo se necesitan en pequeñas cantidades.
– Los azúcares refinados (dulces, pasteles…) No aportan nutrientes esenciales para el organismo pero sí energía vacía. Hay que evitarlos o consumirlos con moderación.

Algunas recomendaciones para seguir una dieta sana:
– Tomar 5 o 6 comidas al día repartidas a lo largo del día: 3 principales (desayuno, comida y cena) y 2 o 3 pequeñas meriendas entre horas.
– No saltarse ninguna comida para evitar picoteos después o acumular hambre para la siguiente.
– Escoger productos frescos y naturales: carnes magras cocinadas al horno o a la plancha, verduras hervidas o al vapor, frutas…
– Evitar productos precocinados o ultraprocesados: frituras, embutidos…
– Consumir legumbres con regularidad: garbanzos, guisantes, lentejas… son ricas en proteínas vegetales y fibra soluble e insoluble.
– No abusar de los condimentos ni utilizar excesiva sal: mejor utilizar hierbas aromáticas frescas o secas para dar sabor a los platos.

Hay que tener en cuenta que no existe una dieta única para todas las personas, ya que ésta varía en función del sexo, edad, peso… Por ello es importante consultar con un nutricionista o dietista-nutricionista para saber qué tipo de dieta se adapta mejor a cada caso concreto.